¿Por qué tengo fibromialgia? ¿Por qué me duele? ¿Qué me está pasando? La Neurociencia te responde...

18.01.2023

Seguro que, al igual que yo, en muchas ocasiones te habrás hecho preguntas como estas. Quizás ya tengas las respuestas o quizás no, ya que, como ha sido mi caso, los profesionales con los que te has encontrado a lo largo de todos estos años, no han sabido dártelas...

En las consultas, la mayoría de las veces, los especialistas me invitaban a que visitara a un psicólogo, sobre todo porque al ser una mujer con edad premenopáusica y después menopáusica, ya era suficiente justificación, y concluían que mis hormonas me estaban jugando una mala pasada y que necesitaba ayuda psicológica.

El resultado de todo este bagaje de visitas a diferentes especialistas que no me han ayudado en nada, (más bien lo contrario), es que desde hace muchos años para lo único que voy a consulta es para hacerme un chequeo general cada año.

Pero a lo que íbamos, ¿por qué ese dolor? ¿Qué está pasando en nuestro cuerpo cuando sentimos tantos síntomas, tanto dolor y agotamiento?

En principio, solo existe una única causa que explica el dolor crónico...
Esta causa es la sensibilización de nuestro sistema nervioso central, es decir: que existe una hiperexcitabilidad de las neuronas, lo que provoca una sensibilización excesiva a los distintos estímulos: dolor, olor, ruidos, alimentos, productos químicos, campos electromagnéticos, cambios de tiempo, estrés, infecciones, uso de fármacos, etc., también está por lo visto comprometido nuestro sistema inmune en muchos casos y solemos tener una hipersensibilidad inmunológica a distintos antígenos alimentarios, químicos (fármacos, detergentes, jabones, cremas, maquillaje, etc.), y físicos (luz, ruido, calor, frio cambio de tiempo, etc.).

Y para rematar la situación, la desregulación de estos dos sistemas, el inmunológico y el central, producen también una alteración en el sistema endocrino. Desalentador ¿verdad?

Esto explica por qué existe tantísima variedad de síntomas completamente diferentes en cada persona diagnosticada de fibromialgia.

O sea que, debido a esa sensibilización central e inmunológica, nuestro umbral de tolerancia a los diferentes estímulos es considerablemente más bajo que el de cualquier otra persona. Lo que nos lleva a un círculo vicioso; nuestro umbral de tolerancia es más bajo, por lo que nuestro sistema funciona la mayoría del tiempo en modo protección, lo que nos lleva sentir y sufrir constantemente los síntomas ya que los síntomas son el resultado de nuestro sistema nervioso cuando nos quiere proteger. Lo dicho, agotador...

Pero ¿qué es lo que podría producir esta sensibilización de nuestro sistema?

En primer lugar, como ya expliqué en anteriores publicaciones, el mayor implicado es sin duda nuestro cerebro y cómo evalúa e interpreta los diferentes estímulos y experiencias: Las ideas y las creencias pueden hacer que el cerebro interprete como amenazante algo que no lo es y, por lo tanto, generar dolor para protegernos.

- También el estrés, sobre todo si sentimos que no podemos controlarlo, va a ser interpretado por nuestro cerebro como amenazante, facilitando la sensibilización central. Esto ocurre tanto con el estrés como con la ansiedad. Ambas circunstancias segregan una proteína llamada citoquina, que al incorporarse al torrente sanguíneo provocan una disminución del umbral de dolor, llegando incluso a producir inflamación en el organismo.

- Las emociones, que no sabemos manejar y que las sentimos como negativas, también facilitan la sensibilización central.

- Otra causa importante y que debemos tener en cuenta es la evitación de acciones, movimientos o estímulos que nosotras mismas podamos interpretar como nocivos. Esto va a facilitar la sensibilización central, porque de alguna forma le estamos dando la razón a nuestro cerebro, facilitándole la creencia de que está haciendo bien en protegernos frente a situaciones que no necesitan protección.

- Y, por último, existen múltiples estudios científicos que lo avalan, ciertos rasgos de personalidad hacen más frecuente la sensibilización central: excesivo miedo a dañarse, rechazar lo nuevo, delegar la toma de decisiones, el perfeccionismo, el buenismo...

Teniendo en cuenta todo esto, podemos concluir lo siguiente:

El dolor crónico se produce por una única cuestión, la sensibilización central. Sin embargo, son muchos los factores que nuestro cerebro puede interpretar como amenazantes o peligrosos y que no lo son, pero que en nuestro caso terminan por desencadenar el dolor.

Pero sobre todo a qué conclusión importante nos lleva todo esto: Los tratamientos basados únicamente en la erradicación del dolor de los tejidos, es totalmente inútil, ya que, en el dolor producido por la sensibilización del sistema central, no existe lesión ya que nuestros tejidos están perfectamente, ni tampoco en principio, existe ningún riesgo de lesión o daño.

Hace bastantes años la revista British Medical Journal publicó un caso sobre un hombre que acude a urgencias con una tabla y un clavo atravesando su bota y el pie.
Este hombre tuvo que saltar metro y medio y cuando cayó lo hizo sobre una tabla que tenía un clavo de 8 cm de largo.
Parecía que el clavo atravesó la suela el pie y la bota.
Ninguno de sus compañeros se atrevió a retirar la bota y le llevaron a urgencias con gran dolor.

En urgencias, los sanitarios retiraron el clavo y la bota y se dieron cuenta de lo siguiente; el clavo había pasado entre los dedos, el clavo no había lesionado ninguno de sus tejidos y sin embargo la persona se moría de dolor. Pero ¿por qué?

Simplificando podríamos decir que el dolor es complejo, que el cerebro presenta errores predictivos, o simplemente, que a veces alucinamos y damos por echo cosas que no lo son...
Esto no es tan raro, ¿cuántas veces las cosas parecen una cosa y después resulta que son otra? Lo que tenemos que darnos cuenta es de que, si el cerebro interpreta que existe probabilidad de daño o daño de los tejidos se encenderá la señal de dolor. Es así.
Piénsalo...

Por lo tanto, nuestros esfuerzos han de ir siempre hacia intentar que nuestro cerebro salga de su error evaluativo e interprete bien los estímulos y deje de considerarlos como amenazantes cuando no lo son...

Pero de esto te hablaré en la siguiente publicación. 

Ya de por sí el hecho de que dispongas de esta información, se ha comprobado que suele ser muy beneficioso. Entender que no tienes lesión ni daño y que es tu cerebro el que está equivocado, produce un gran alivio y, al menos en mi caso, hizo que viera mi situación desde otro punto de vista: Sé lo que me pasa y a partir de ahora puedo hacer diferentes cosas para mejorar o salir de la situación y no solamente depender de las recetas médicas...

Hasta la próxima publicación en la que veremos qué puedes hacer para sacar a tu cerebro de su error.