Fibromialgia y qué fue primero, ¿tu dolor o tus emociones?

02.03.2023

En la anterior publicación, "Fibromialgia y cómo gestionar tus emociones"hemos visto el enfoque de la gestión emocional en relación con la Neurociencia. Hoy me gustaría que nos centráramos en esas emociones que normalmente acompañan a las personas con dolor persistente o crónico y de las que en muchas ocasiones ni siquiera somos conscientes. Son esas emociones que tienen esa capacidad de interferir muy directamente tanto en nuestras vidas como en ese dolor y esos síntomas de la fibromialgia y que tantas veces estamos a su merced si no somos capaces de tomar conciencia de ellas...

Para ello me he basado en una tesis doctoral hecha por una psicóloga, Micaela Pardo y dirigida por Paula Grasso. El título de la tesis es: DESREGULACIÓN EMOCIONAL Y RESILIENCIA EN PERSONAS QUE PRACTICAN MEDITACIÓN MINDFULNESS

Y me gustaría empezar hablando de resiliencia. Existen varias definiciones de resiliencia, pero hay dos que me han parecido las más acordes con nuestra situación vital:

- Michel Manciaux, que es un referente mundial de la pediatría social, define resiliar como recuperarse, continuar después de padecer una enfermedad o una situación traumática, sobreviviendo a las dificultades de la vida y superándose.

- Y Luego está Maurice Tritan, que define la resiliencia como la habilidad para desarrollarse, para seguir proyectándose más allá de la existencia de sucesos desestabilizadores, y de condiciones de vida complicadas o sucesos traumáticos que son graves.

Así que creo que estas dos definiciones, a nosotras nos vienen al pelo, ¿verdad?

Por otra parte, existen también varios estudios que hablan sobre las consecuencias que una mala gestión emocional puede causar en nuestra salud mental y física. Por lo tanto, es fundamental que, dada nuestra situación, dispongamos de capacidades y herramientas para saber gestionar esas emociones en general, que sin duda forman parte de nuestra experiencia como padecientes de fibromialgia.

En realidad, las emociones son básicas en la vida humana. De hecho, en muchos casos, nuestra conducta depende directamente de ellas, así como nuestros sufrimientos. Por eso es muy importante relacionarnos con ellas de una manera adecuada y saludable y procurar que nuestra relación con ellas no sea simplemente porque esto nos resulta agradable y aquello desagradable, ya que todas las emociones, incluso las que llamamos negativas, son importantes en nuestra vida.

¿Por qué digo esto? Si nos paramos a pensar y analizamos un poco, nos vamos a dar cuenta de que no hay emociones positivas o negativas, existen emociones a las que ponemos resistencia a la hora de experimentarlas y otras que no, y lo que nos produce dolor y sufrimiento es esa resistencia y no la emoción en sí.

Nos han enseñado muchas maneras de tenerle miedo a nuestras emociones, así como también existen demasiadas creencias erróneas sobre ellas. Por ejemplo:

No sentir demasiado, no entusiasmarse ni enfadarse, esa especie de mal llamada "quietud espiritual", que pensamos que si no tenemos nos va a hacer zozobrar porque pensamos que, si nos permitimos experimentar nuestros sentimientos, nuestra agresividad o al contrario nuestra indolencia nos superaran.

Las emociones son en verdad fuerzas poderosas, y no es su represión o el temerlas lo que nos va a liberar. Debemos tomar conciencia de ellas, para así poder responder adecuadamente a cada una de ellas. Debemos retomar la relación con nuestro mundo emocional.

En general existen tres posibles maneras de manejar nuestras emociones. Seguro que en alguna de ellas te vas a sentir identificada:

1 – Ignorar, reprimir o negar la emoción: Esta ha sido mi "preferida" durante muchos años y así me ha ido… Esto a corto plazo puede ser tranquilizador; no vemos y ya está, a otra cosa… Pero en el fondo no soluciona nada, esto es un consumirnos por dentro "a fuego lento". Lo peor es que a largo plazo acaba manifestándose de otra manera, somatizando por ejemplo y afectando a nuestra salud tanto física como mental. Por no hablar del momento en que tanta presión haga en cualquier momento "explotar la olla" y cause un desastre.

2 – Otra forma de manejar nuestras emociones puede ser la de identificarnos con ellas: Es decir, que sean las emociones las que nos manejen a nosotras en vez de nosotras manejar nuestras emociones; según dicte nuestro impulso emocional, chillamos, lloramos o reímos, sin pararnos a reflexionar más. En principio, esta situación puede parecer más sana que la anterior, pero tampoco es muy bueno dejarnos arrastrar por esa energía desbocada de las emociones sin un control, ya que nos sentiremos descontroladas y viviremos en un vaivén de emociones, con consecuencias imprevisibles que para nada es aconsejable. Por otra parte, esta situación a la larga va a ir reforzando nuestros pensamientos y creencias, tanto conscientes como inconscientes que promueven esas emociones de las que siempre vamos a estar a su merced.

3 – Y ya, por último, otra estrategia sería la de reconocer la emoción y su energía, es decir lo que provoca en nosotros. O sea, permitirse sin reproches, sin juicios, la emoción, lo que estamos experimentando. Aceptar nuestro mundo emocional, como parte fundamental de nuestras vidas, sin pensar en si esto es bueno o malo, simplemente están ahí para enseñarnos y para decirnos lo que somos y necesitamos. Sin reproches, sin necesidad de etiquetar como bueno o malo. ACEPTANDO LO QUE SOMOS y como somos. Si nos colocamos desde el punto de vista del que observa sus emociones, reconocemos que es totalmente legítimo sentir tal o cual cosa, pero al mismo tiempo nos da la oportunidad de elegir, y esto es importantísimo, porque tendremos la capacidad de pararnos a pensar en cómo vamos a actuar con relación a la situación en la que estamos, en vez de dejarnos arrastrar por las emociones. De esta manera podemos optar también, si fuera el caso, por cambiar cosas, ya que estamos actuando desde la consciencia.

Si somos capaces de reconocer y aceptar esa emoción desagradable, puede ser un momento de conciencia plena y ser el primer paso hacia una respuesta diferente y hacia la liberación.

Como decía antes, una de las finalidades de nuestras emociones es la de darnos un aviso en nuestra consciencia de que hay algo en nuestro subconsciente que no estamos teniendo en cuenta o a lo que nos estamos resistiendo. Es una llamada que nuestro organismo en general, y nuestra mente en particular, nos está enviando.

Por lo tanto, el tener en cuenta nuestras emociones puede llegar a ser una maravillosa oportunidad de autoconocimiento y de sanación.

En relación con el dolor que nos acompaña, al dolor que se siente con la fibromialgia, si vemos que tenemos dificultades para aceptar la situación, tenemos que ser capaces de tomar conciencia de interiormente a qué o a quien se lo estoy atribuyendo. Si somos capaces de vislumbrar qué se mueve en nuestro subconsciente y contra qué o quién estamos arrojando nuestra rabia, frustración (cada una la emoción que le perturbe, si es que la hubiese claro) sería ya un gran paso.

Me refiero a que muchas veces sin darnos cuenta existe interiormente un convencimiento de que estamos como estamos porque, no sé…, tuvimos una infancia complicada, alguien nos ha dado o nos está dando una mala vida, esperamos que alguien se comporte con nosotros de una manera determinada, pensamos que, si consiguiéramos algo, (dinero, tiempo o lo que sea), estaríamos mejor…no sé cantidad de cosas que en realidad son causas externas a nosotras, causas que no dependen de nosotras.

Ojo, que digo que esas causas no dependen de nosotras, pero en ocasiones y partiendo de que esa es la realidad, sí que podemos buscar alternativas que dependan de nosotras: Si tuviste una infancia complicada, eso no depende ya de ti, pero si puedes reconocer que eso en realidad no tiene por qué afectarte. Tu realidad de ahora es otra y caer en eso es caer de alguna manera en victimismo fácil para seguir manteniéndonos en nuestra zona de confort, relativo evidentemente, y caer en la resignación que es totalmente paralizante.

Si alguien nos ha dado mala vida, sería lo mismo que anteriormente y si nos la está dando en la actualidad, está en nuestras manos el cambiar la situación por mucho que en ocasiones no veamos la salida.

Si estamos siempre determinando nuestro ahora, nuestro hoy, por algo que estamos esperando del futuro, algo que queremos que ocurra y no ocurre, hipotecamos nuestro presente por un futurible. Otra cosa es que busquemos que ese futurible se haga realidad con acciones en el presente que nos encaminen a conseguir esas cosas.

Y así con un montón de creencias que tenemos y que muchas veces las tenemos ahí para justificar nuestra indefensión y nuestro "es que no puedo hacer nada". A esto yo os diré una frase que es mi lema en esta vida y que muchas ya conocéis: "Siempre hay algo que podemos hacer, siempre hay algo que podemos cambiar".

Si somos capaces de ver que hay factores que de alguna forma dependen de mí y de cómo interpreto mis experiencias, entonces sí que empezaré a plantearme hacer algo. Esta es la única manera de que empiecen a haber cambios.

Quiero ahora hablaros del estrés emocional al que el dolor y otros síntomas denominados crónicos, va haciendo mella en personas con fibromialgia. A mí personalmente me gusta llamar síntomas persistentes, ya que, para muchas personas con fibromialgia, han dejado de ser crónicos, doy fe.

Imaginaros ese día en el que aparece un síntoma que ya habíamos tenido anteriormente pero que hace tiempo que no teníamos. Yo no sé vosotras, pero yo cuando me pasaba esto, comenzaba un diálogo interno en el que me decía: "Ya está aquí otra vez, si es que esto no se va a acabar nunca, debo de estar hecha polvo por dentro y encima no me encuentran nada, no tenía que haber hecho esto o lo otro, no tendría que haber comido o bebido esto o aquello…" Y así una historia interminable de frustraciones, culpabilidades y estrés mental y emocional que era muy difícil de sobrellevar y que además incrementaba el dolor o el síntoma, sin duda.

Esta es la manera habitual de funcionar cuando vivimos en una situación continuada de dolor. Tenemos un dolor o síntoma inicial que a su vez nos crea pensamientos de preocupación que a su vez nos crean ansiedad. Esta ansiedad tensa nuestros músculos que, a su vez, debido a nuestra sensibilización a los estímulos, nos va a causar mayor dolor. Este mayor dolor lo único que va a hacer es aumentar ese bucle de pensamientos que como decíamos al principio, van a alimentar más el bucle de pensamientos ansiosos y de preocupación; hemos perdido el control de nuestras emociones, nuestra amígdala a secuestrado la corteza cerebral, si os acordáis de la anterior publicación. Entonces aparecerán probablemente emociones como enfado y frustración.

Pero ¿cómo podemos abordar esta situación?

El psicólogo Ronald Siegel, ha creado un programa, basado en tres puntos importantes a la hora de afrontar estas situaciones tan habituales entre nosotras. 

Lo primero evidentemente es descartar patologías o lesiones, si el dolor es reconocido como habitual o es nuevo. Si es nuevo por supuesto hay que descartar lesión con pruebas diagnósticas. Una vez descartado todo esto, ya podríamos iniciar el proceso.

Primero tendríamos que comprender cómo el miedo y la preocupación juegan un papel importante en la situación. Cuanto más claramente comprendamos cómo el estrés que producen el temor y la ansiedad están relacionados con esos síntomas y que no tenemos una lesión o patología que lo justifique, antes saldremos de la situación.

Entender esto (ver publicaciones sobre educación en neurociencia del dolor), ya nos vamos a dar permiso para utilizar nuestro cuerpo normalmente y vamos a poder echar un vistazo a nuestros miedos y lo más importante, vamos a poder retomar poco a poco nuestras actividades normales.

Por lo tanto:

1- Debemos comprender el problema: Tenemos que ser conscientes de que la tensión muscular incrementa el dolor. Si continuamos pensando que solamente está causado por un daño físico, el miedo nos va a impedir seguir adelante, pues vamos a pensar que la lesión o el problema físico se va a agravar, y ante la mínima molestia o dolor, que por otra parte es natural sentir al principio, nos vamos a parar.

Tenemos que ser conscientes de que el miedo al dolor es el que nos impide el movimiento normal. Lo peor de todo es que inconscientemente acabamos forzando la postura y añadiendo más dolor al dolor.

Así que, la primera estrategia es tomar conciencia de cuándo y en qué circunstancias nos vienen esos pensamientos de preocupación y de miedo sobre el dolor que tanto estamos temiendo sentir. De esta forma, también veremos cómo ese miedo sin querer nos lleva a modificar movimientos y actividades con antelación, es decir antes de producirse el dolor para supuestamente "protegernos" de una lesión o de un daño que no existe.

Por desgracia esto no es más que un círculo vicioso que solamente nos lleva, por prevención mal interpretada, a disminuir el margen de movimientos, limitando nuestra actividad y nuestra vida. ¿Realmente creéis que esto es vida, cuando ya debemos tener claro que NO EXISTE LESIÓN NI DAÑO FÍSICO que justifique ese miedo? Y vuelvo a la Neurociencia; debemos integrar que lo que experimentamos es porque nuestro cerebro está haciendo una evaluación errónea de la realidad de nuestro organismo que está sano.

No podemos fiarnos de nuestros pensamientos ya que se basan menos de lo que creemos en datos objetivos y en la realidad, y mucho más en recuerdos y anticipaciones imaginarias. Además, debemos de darnos cuenta de cómo esos pensamientos, están influidos por nuestros estados de ánimo: Si estamos deprimidas, nuestros pensamientos serán autocríticos. Si estamos angustiados, serán de miedo y temor. Si estamos doloridas, nos vendrán fácilmente pensamientos de rabia y frustración. Cuando estemos en brote, tenderemos a pensar que probablemente tengamos algo grave.

Pensamientos y emociones se retroalimentan, de manera que, si logramos modificar uno de ellos, también modificaremos el otro. Si cambiamos cómo nos relacionamos con uno, también nos vamos a sentir de diferente manera con el otro. Esto no hace más que confirmar que; NO TODO SE DEBE A LA SENSACIÓN DE DOLOR O AL SÍNTOMA QUE NOS HACE SENTIR MAL.

Es importante que comprendamos cómo existen cambios de pensamiento de momento a momento y también cómo las creencias negativas van a aumentar considerablemente el síntoma o el dolor.

2 – Una vez que ya hemos integrado que no tenemos lesión ni patologías y que nuestro cuerpo está razonablemente sano, en nuestro caso, es esencial darnos permiso para hacer una vida lo más normal posible y sin penalizar ningún movimiento, ya que, si no lo hacemos, nuestros músculos se van debilitando y vamos perdiendo cada vez más movilidad. Lo importante es que hayamos perdido el miedo al movimiento porque, si nos movemos con miedo, vamos a seguir inconscientemente forzando el movimiento natural para protegernos y acabaremos dañando otras partes del cuerpo.

Psicológicamente, cuando restringimos nuestros movimientos por temor, terminamos siendo más temerosas también en otras áreas de nuestras vidas. Esto termina irremediablemente limitándonos a nuestra zona de confort que además se irá encogiendo cada vez más. Así que mucho cuidado con esto. Muchas compañeras incluso desarrollan lo que se conoce como kinesofobia, es decir miedo al movimiento, y cada vez que realizan un mínimo esfuerzo les invade la angustia. En esta situación se han declarado como incapaces ante el movimiento y su cerebro ya tiene un mapa mental de protección total que, si no se hace nada al respecto, seguirá reforzándose y seguirá en aumento. Recordad que el miedo genera tensión y que la tensión genera dolor.

Por lo tanto, debemos tomar conciencia de lo que realmente tememos y saber que estamos dejando que las limitaciones tomen posesión de nuestras vidas. Debemos separar el dolor real del miedo al dolor.

La propuesta que os invito a que realicéis es la de observar y, sobre todo, distinguir el dolor real, en el punto concreto del cuerpo en el que lo sentís, de los pensamientos y emociones que se generan y que solo sirven para aumentarlo.

Os sugiero que observéis ese punto concreto del dolor, cómo os duele, qué tipo de dolor es, si es continuo, si va y viene, si cambia…etc. Y que la observación sea con curiosidad, con aceptación, sin tensar la zona. Simplemente observarlo, sin juzgar, sin ir más allá. Si lo hacéis así, veréis como en general el dolor se hace más soportable de lo que creíais y de esta forma podréis dejar de limitar vuestros movimientos, aunque sigáis teniendo algo de dolor.

Es conveniente que, si os animáis a retomar actividades que ya no estabais haciendo por el dolor, hagáis un listado de todas ellas y empecéis poco a poco por la más sencilla. Tened esto en cuenta:

-Una actividad de la que estéis convencidas que no es nociva, aunque sea dolorosa.

-Que os resulte agradable, ya que esto os va a motivar más.

-Que el temor que os produzca realizarla sea llevable, no que os aterrorice.

-Que sepáis que la vais a poder realizar tres o más veces por semana y así podáis ir midiendo cuánto dolor os causa, si va en aumento o va disminuyendo.

Os aviso de que es muy posible en esta fase que os sintáis más ansiosas, eso es normal y no debéis utilizarlo como excusa para continuar en vuestra zona de confort. Os repito, es normal que vuestro cerebro intente que regreséis a modo enfermedad y protección. No le deis la razón porque no la tiene. Con vuestra constancia le vais a hacer cambiar de opinión. Utilizad las técnicas de relajación o el escáner corporal de Audios/Vídeos, que os van a venir muy bien.

3 – Las memorias dolorosas: Según las investigaciones realizadas, la simple comprensión de los dos puntos anteriores ya supone un antes y un después cuando descubrimos que gran parte de nuestro dolor se debe más a la tensión muscular añadida que a que exista una lesión o daño real. Cuando rompemos el ciclo dolor-preocupación-miedo-dolor, os aseguro, por experiencia propia, que todo cambia.

Sin embargo, se sabe ya de la posible relación directa entre las experiencias traumáticas y diferentes trastornos entre ellos el dolor crónico y también diferentes sintomatologías, por lo que no es descartable que en muchas de nosotras la causa de nuestros padecimientos vengan por algún trauma o por eventos no tan traumáticos, pero repetidos y continuados en el tiempo que incluso pueden venir desde la infancia, o no. Un trastorno por estrés post traumático, que genere un impacto en la vida de la persona y su salud en general, aparece con gran frecuencia acompañado de dolor incluso otros síntomas físicos.

Para sobrevivir, y para expulsar de nuestra consciencia esa parte dolorosa de la experiencia que se vivió, es habitual que terminemos por desconectarnos de ella y que incluso si intentamos recordarla, no nos sea posible. El problema es que, aunque nosotros no logremos acordarnos de ella, nuestro cuerpo, en neurociencia se habla del cuerpo virtual, ese no se va a olvidar. Esto crea una memoria dolorosa registrada que mientras no sea expresada de una manera consciente, va a aparecer en forma de afecciones físicas como enfermedades y dolores.

El caso es que nuestro cuerpo, concretamente nuestro cerebro se ha especializado en reconocer pistas en el presente, que va a interpretar como que la amenaza de aquella situación del pasado puede repetirse, con la consiguiente reacción física que es la tensión muscular dolorosa.

También puede pasar que la anticipación de esa emoción desagradable nos resulta amenazante y nuestro cuerpo se contrae esperando ese momento; es como si yo te levanto la mano y tu cuerpo se pone a la defensiva tensándose.

En estas situaciones va a ser muy eficaz, aparte de tomar conciencia, el no resistirnos ante esas emociones, dejarlas su espacio desde la conciencia y por supuesto, aprender a relajar el cuerpo.

Para terminar, me gustaría que tomáramos conciencia de esas zonas "exiliadas", de nuestro cuerpo. Me explico:

Cuando empezamos a tomar verdadera consciencia de nuestro cuerpo, puede ser que vayamos descubriendo zonas que tenemos más olvidadas. Suelen ser zonas en blanco o ausentes porque están ligadas a energías emocionales de dolor o sufrimiento. Puede ser debido a que están bloqueadas por que no las queremos ver ni sentir y que cuando posamos nuestra atención en ellas, las notamos insensibles. Estas zonas frecuentemente están relacionadas con algo que pasó y que nos dejó una huella dolorosa en esa zona.

También puede ser que sean zonas que han tenido una lesión, un trauma como una operación, o incluso puede ser un abuso. Estas zonas son muy importantes que las incluyamos en nuestro recorrido de atención. Quizás en un principio no las percibamos y parezcan no existir o incluso que sea doloroso contemplarlas.

Si seguimos prestándoles atención plena, aceptándolas, lo natural es que con el tiempo empiecen a liberarse e integrarse. Lo que significa que dejarán de retener energía reactiva en forma de contractura, tensión o protección y de esta forma podamos recuperar sus sensaciones naturales.

Resumiendo: Debemos evitar el catastrofismo y la evitación del dolor.

Una actitud de victimismo e indefensión va a hacer que limitemos nuestras actividades por miedo al dolor, lo que termina aumentando la sensación de dolor.

Si dejamos en los demás el poder para controlar nuestro dolor está comprobado que produce un nivel mayor de dolor, un peor funcionamiento y estados de ánimo negativos.

La aceptación del dolor es igual a menos dolor, sufrimiento emocional y limitación de actividades y un mayor bienestar psicológico.

Por último, quiero compartir con vosotras esta frase de Alfred Souza que dice: "Por largo tiempo parecía que la Vida estaba a punto de comenzar; la Vida de verdad. Pero siempre había algún obstáculo en el camino, algo que resolver primero… después la Vida comenzaría. Hasta que me di cuenta de que esos obstáculos eran mi Vida.

Y esta otra frase del premio nobel de la paz Aung San Suu Kyi, que parece como la continuación de la anterior: "Son las situaciones difíciles y no las fáciles las que nos hacen crecer en sabiduría. Necesitamos desarrollar la capacidad de extraer la fuerza de las adversidades…Enciende la llama de tu propio corazón y déjala que ilumine la noche tormentosa."